Entras en el tren y escoges acomodarte en el del fondo del vagón, donde sólo hay un tío, sentado junto a la ventana, con muy buena pinta, arreglado, bien afeitado, bien peinado, muy pulcro. Tiene aspecto de ser un chico muy correcto, aplicado. Con la camisa por dentro.
Te sientas frente a él, en la diagonal, y notas que este hombre tan limpio, con esa apariencia tan buena, hace una peste muy fuerte a jabón.
Huele muy muy, pero que muy fuerte a jabón, con una intensidad tal que produce arcadas. Muy denso.
Huele a jabón de abuela, no a un jabón perfumado de Lavanda o Aloe vera, no a estas mierdas de aromaterapia: huele a puro jabón. Una peste inmunda a puro jabón muy compacta.
Es como si masticaras una pastilla de jabón, como si te hubieran metido, sin enterarte, una pastilla de jabón por el culo y hubiera resbalado muy rápidamente por todo tu cuerpo hasta tu boca.
Como si no hubieras mirado tu asiento al aposentarte, y en él aguardara una pastilla de jabón (en el centro, colocada en vertical) te hubieras sentado encima de ella con demasiada decisión, con tal mala fortuna que hubiera coincidido perfectamente con el agujero de tu ano, y así, muy limpiamente, hubiera atravesado tus pantalones y, como un pececillo correoso y juguetón, se hubiera deslizado en décimas de segundo por tu intestino, tu estómago, tu garganta etc., sin dolor alguno, todo muy suave y muy rápido, hasta tu boca, hasta llenarte la boca de una especie vómito de sebo jabonoso al que tus labios le cierran el paso en el último momento, un eructo de marsella muy profundo que ahora te inunda todos los conductos de una manera muy nauseabunda.
Pero no es eso lo que ha pasado, lo que ha pasado es que el chico sentado a tu lado mete una peste terrible a jabón.
¿Pero qué hacer en una situación así? No puedes decirle nada al chico, el chico huele bien, objetivamente eso es un buen olor, es limpio, es jabón joder, no se puede apestar a jabón, es un contrasentido.
Pero ha ocurrido: el chico, en su afán de hacer bien las cosas, se ha pasado con el jabón, y ahora rezuma una peste insoportable, y nadie querrá acercarse a él en todo el día, y la gente, deshorientada no le dirá nada, y ya tienes el drama servido.
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