Imagina que vas de viaje a una ciudad, a Berlín pongamos por caso. Mientras paseas por sus calles una señora te pregunta si sabes dónde está el nuevo centro comercial que acaban de abrir. Le contestas que no lo sabes, que no eres de allí.
Veinte años después regresas a Berlín. En esos veinte años no habías vuelto y todo ha cambiado mucho, todo está muy diferente pero, cuando tan solo llevas cinco minutos caminando por las calles, la misma señora de hace veinte años se te acerca y te pregunta exactamente lo mismo que entonces: si sabes dónde está el nuevo centro comercial que acaban de abrir. Ella no se acuerda de ti, ha pasado mucho tiempo, pero tú sí te acuerdas de ella, está muy envejecida, pero la reconoces.
Se te ocurre que esa señora lleva veinte años buscando ese centro, que no ha dejado de vagar durante ese tiempo por la calles buscándolo, se te ocurre que no existe tal centro comercial, que es una pobre loca.
Lo jodido es que ni lleva veinte años vagando por las calles de Berlín buscando nada, ni está loca.
La realidad es que hace veinte años abrieron, efectivamente, un centro comercial, que aquella señora quería visitarlo, que al no encontrarlo, te preguntó dónde estaba, y que, después de que le contestaras que no eras de allí, preguntó a otro que sí le supo indicar. Y lo encontró, y lo visitó, y compró.
Y la realidad, además, lo que tú nunca sabrás, es que veinte años después, el día que volviste a Berlín, abrieron otro centro comercial, que ese mismo día, aquella señora quería visitarlo y, al no encontrarlo, te preguntó dónde estaba, y que, después de que le contestaras que no eras de allí, preguntó a otro que sí le supo indicar. Y lo encontró, y lo visitó, y compró.
Y nunca lo sabrás, nunca se te ocurrirá pensar que lo que realmente ocurrió fue eso.
Menuda mierda.
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Puede ser que ciertos centros comerciales de Berlín, avanzados a todo y futuristas del copón que son, desprendan un mecanismo de spam hipnótico (que se transmita a través de cualquier aparato digital de tu hogar) que consiga que cuando abren un centro comercial nuevo, te convenzan subliminalmente para que te compres un billete y te plantes en la inauguración. La señora sintonizó el mismo dial de spam, pero en su balconcito berlinés. ¿Sí o qué?
ResponderEliminarExiste otra posibilidad acaso más florida. En realidad, la vieja berlinesa es la abuela del viajero. Estuvo sobre aviso las dos veces que su nieto viajó a Berlín. Su comunicante no fue otra que su propia hija (la madre del viajero) de la que está alejada por un turbio asunto de asesinatos donde se incluían prácticas caníbales. Así que su deseo de conocer al nieto sólo se ha hecho efectivo brevemente por dos veces. A través del teléfono, su hija le indicó los horarios de los vuelos y la descripción física del sujeto.
ResponderEliminarEn ambas ocasiones, y tras preguntar por el centro comercial, la vieja se alejó llorando. Sí, menuda mierda.
En realidad, lo que buscaba con este último material que he publicado era denunciar los que para mí es un exceso en la proliferación de los centros comerciales en las principales ciudades europeas.
ResponderEliminarJa ja, vaya mierda. "Material", joder, que rabia ¿no?... lo de llamarlo "Material" digo.
No, es broma, me da igual que se abran centros comerciales.
pues yo tengo otra opinión,
ResponderEliminar"la rapidez de juicio libre"
pq lo primero que pensamos es -pobre loca-, hacemos nuestro juicio, sin más, sin más información que la que nos hemos inventado, y aquí el error que todos comentemos muchas veces, en opinar sobre alguien cuando tan solo lo hemos visto una vez, una mirada, un contacto, una sonrisa
el rellenito.